El uso de proverbios en las escuelas de la dictadura franquista fue una astuta estrategia precisamente porque éstos conllevan la apariencia de verdades irrefutables, quizá debido a su tono sentencioso, tajante, sin invitación alguna a la duda. Su coincidencia rítmica avala la veracidad de su contenido; son sortilegios verbales y los más cortos cuentos de moraleja popular.
Por aquel entonces, el castigo corporal era la norma en las escuelas. La letra entraba con sangre y el castigo corporal era la norma, pero se gozaba de la coartada proverbial «Quien bien te quiere te hará llorar».
Escribí mis propios proverbios en 1982 en Nueva York , donde vivía desde 1969. El castellano era ya para entonces una lengua que yo raramente empleaba. En este experimento utilicé, en parte, la metodología surrealista del dibujo automático y sin correcciones. Exentos de texto explicatorio, los dibujos eran obra abierta, es decir, estaban abiertos a cualquier interpretación. El hecho de suplir un texto inspirado por el dibujo reduciría su originalidad a una mera ilustración de proverbios nunca dichos: un oxímoron .
Los proverbios inventados tienen una apariencia y una estructura proverbial. El resultado es la destrucción de la obra original en beneficio de una apariencia narrativa y en desuso. La originalidad del dibujo queda comprometida o borrada por la desmerecedora y vulgar presencia del texto referente.
Cada uno de los proverbios de esta serie está dibujado en lápiz al óleo en papel Bristo . La medida es de 44 x 60 cm.